miércoles, 17 de octubre de 2012

Paradojas del arte moderno




Lo que yo llamo paradojas del arte moderno son reflexiones personales producto de lecturas de diversos ensayos que tratan de esclarecer las peculiaridades de la modernidad en las artes y contrastarla con la modernidad en los otros ámbitos de la vida social, pero también es un intento por comprender y apreciar lo que ocurre en las artes plásticas en nuestros días en nuestro país y en el mundo. Las principales paradojas son las siguientes:

La primera paradoja es que el origen y desarrollo de la modernidad en el arte no responde a la idea de progreso como ocurre en las formas de producción o en los sistemas políticos de una sociedad. Las formas de expresión artística no se desarrollan de manera lineal y progresiva, en donde una etapa siempre es superior a la que le antecede. El desarrollo del arte es mucho más complejo y suele parecer que cada ciclo retoma elementos del pasado, el mejor ejemplo es el del Renacimiento, que es un retorno a la Grecia Clásica.

La historia del arte siempre se ha intentado elaborar desde la óptica de la cultura occidental, imponiendo su concepción y sus valores. Por ejemplo se nos presenta como “Historia Universal de Arte” lo que es la historia del arte Europeo, y como historia general del arte, lo que es historia de la pintura. Para la cultura europea la pintura fue la expresión más elevada del arte por que a través de las imágenes pictóricas se lograba la trascendencia histórica de las clases dominantes. La pintura era la única forma de mantener presente la imagen de los poderosos a través del tiempo.

La modernidad en el arte es el resultado de una crisis de los valores culturales y estéticos de occidente, para poder desarrollarse las expresiones artísticas en Europa fue necesario cuestionar todo el sistema de valores que sostenían al arte occidental y asimilar valores no occidentales, que hasta ese momento habían sido considerados “primitivos”. Por ejemplo: Los pintores Románticos asimilan valores estéticos del norte de África, de las culturas Musulmanas, los Impresionistas de la plástica oriental (estampa japonesa), los Cubistas de la escultura del África negra, etc. Las Vanguardias artísticas contribuyen a superar la ceguera eurocentrista y a darle un carácter universal a la cultura.

La sociedad moderna libera al arte de su papel ideológico, como un sistema de reproducción de los valores dominantes (carácter mimético, con temáticas condicionadas socialmente y con el ideal de belleza renacentista) La libertad de creación de los artistas modernos tendrá como contraparte su inseguridad económica y su sujeción a las reglas del mercado. El arte moderno con todo su potencial creativo deja de ser un producto de consumo popular, con códigos estéticos cada vez más elaborados a los cuales acceden solo las elites culturales.

 La modernidad social que se inicia en el siglo XVIII se manifiesta radicalmente a través de las vanguardias artísticas a partir del Impresionismo hasta entrado el siglo XX. En las primeras décadas del siglo las vanguardias juegan un papel revolucionario pero en el momento en el que se institucionalizan y son aceptadas y reconocidas por el mercado y entran a los museos empieza su ocaso. La mercantilización de la obra artística va minado el potencial transformador de las vanguardias.

Mtro. Enrique Espinoza Pinales

lunes, 8 de octubre de 2012

La Cultura y la construcción del futuro


Enrique Espinoza Pinales

Los cajemenses, en su mayoría somos hijos de emigrantes que llegaron siendo niños o nacieron aquí cuando esto era apenas un caserío polvoriento en medio de un páramo desolado lleno de matorrales y mezquites. Nuestros padres un día salieron de la tierra que los vio nacer buscando futuros promisorios.

 La sierra y el viento los trajo en oleadas constantes durante las primeras décadas del siglo XX.  Cajeme nacía junto con el siglo y todo estaba por construirse. A ellos les tocó poner los cimientos de una comunidad que se forjó con sudor y voluntad. Llegaron de todas partes de la geografía nacional y del extranjero. trayendo consigo el polvo de muchos caminos y muy pronto  aprendieron a vivir en un medio marcado por la diversidad de orígenes y culturas frente al enorme reto de arrancarle a la naturaleza sus frutos en una lucha sin tregua ni descanso. Aquí formaron familias de prole numerosa, familias a las cuales pertenecemos.

Entre la primera generación de cajemenses a la que pertenecen nuestros padres y la segunda generación a la que pertenecemos nosotros, quienes hoy rondamos en la cuarta década de carrera existencial se dan diferencias notables. Ellos se formaron en el seno de familias patriarcales en las que el máximo valor era el trabajo y la transmisión de conocimientos y actitudes se daba en función de la dura y difícil tarea de sobrevivir, la palabra de los mayores era ley incuestionable.

Su infancia transcurrió en comunidades rurales sin energía eléctrica y sin imaginar que los aparatos parlantes como la televisión y el teléfono iban a invadir todos los espacios de la vida cotidiana y sustituir de manera definitiva y para siempre las charlas colectivas en el ambiente pueblerino. Para nuestros padres platicar de apariciones y hechos misteriosos era algo frecuente y creíble. Muchos de ellos provienen de historias rulfescas e incluso pudieron ser hijos verdaderos de Pedro Páramo.

Para quienes nacimos a fines de los años cincuenta o principios de los sesenta, cuando Ciudad  Obregón era una comunidad de alrededor de ciento catorce mil habitantes, la luz eléctrica ya había desterrado a todos los fantasmas.

Tiempos aquellos cuando las casas tenían patios  amplios y la chiquillada se congregaba a ejercitar la palabra, el cuerpo y la imaginación. Nosotros fuimos testigos de cómo la modernidad jaloneaba al pueblo grande de entonces y entre juegos y correrías la ciudad se desparramaba y el paisaje se transformaba apareciendo pasos a desnivel, silos monumentales, edificios de más de un piso, y finalmente cuando nuestra infancia casi terminaba llega el televisor con sus historias maniqueas de apaches y vaqueros, de policías y bandidos de la incipiente industria holywodense. Cuando los viejos caserones se desmoronaban y nuestros abuelos ya no tenían historias que contar lo real maravilloso desaparecía de la vida y se instalaba en la literatura.

A diferencia de nuestros padres, que su imperativo fue forjarse un destino desde muy pequeños a través del trabajo, nuestra generación tuvo la posibilidad de adquirir un oficio o formarse profesionalmente en las aulas, cuando estudiar una carrera universitaria era casi una garantía de incorporación inmediata a la vida laboral.

Nuestros padres llegaron a este lugar para quedarse y muchos de nosotros tuvimos que irnos para comprobar la redondez de la tierra por que siempre sospechamos que había algo más que desiertos incandescentes y tardes maravillosas.

 Nosotros podemos contrastar a tres generaciones, es decir la de nuestros padres, la nuestra y la de nuestros hijos que hoy inician su primera juventud en una comunidad que sigue siendo nueva a pesar de sus más de ochenta años como municipio y sus cerca de medio millón de habitantes.

 A partir de esta fugaz revisión del breve pasado de nuestra matria me planteo una serie de interrogantes:

¿Cómo será nuestra ciudad y nuestro municipio dentro de dos décadas, cuando nuestros hijos tengan la edad que hoy tenemos nosotros?

¿Cómo queremos que sea la casa común de todos los Cajemenses?

Como ciudadanos y miembros de una comunidad ¿realmente tenemos la capacidad para influir en la construcción del futuro?

¿Qué papel puede jugar la cultura en este proceso?

Sin pretender tener las respuestas definitivas, creo que es un imperativo de nuestro momento y de nuestra generación, reconocernos y valorarnos en las raíces y los procesos históricos que han forjado la comunidad local, regional y nacional. Nuestra historia como comunidad es muy breve y carecer de una  memoria histórica nos limita para visualizar y construir el futuro.

Para construir el futuro es necesario contar con una clara visión de futuro y una firme voluntad de cambio sustentado en una imagen autentica de nosotros mismos.

 Estoy convencido que la cultura debe jugar un papel fundamental, ya que es parte de un proyecto de sociedad integral, pero la cultura entendida como algo vivo, que se asume como un eje integrador de la vida social, que le da forma y sentido a la existencia y se expresa en las formas de ser, sentir y pensar tanto en el plano individual como en lo colectivo, posibilitando la construcción de nuestra identidad, elemento clave para proyectar y trabajar por la sociedad que queremos los cajemenses.

sábado, 6 de octubre de 2012

Arte y creatividad


 

Enrique Espinoza Pinales

 “gané el uso de la razón perdí el uso del misterio”

Gabriel Celaya

 La creatividad es considerada por muchos como la loca de la casa, la que hace cosas descabelladas que sorprenden a todo mundo. Los artistas saben perfectamente que es el ingrediente imprescindible de su quehacer, toda la obra artística descansa en los procesos creativos, no se puede dar ni un solo paso sin ella. Pero la creatividad esta presente no solo en la actividad artística sino en muchas actividades de la vida cotidiana y en muchas personas que sin ser artistas la utilizan con frecuencia. Quizás no este de más insistir que la creatividad no es patrimonio exclusivo de los artistas.

Hoy en día la creatividad se ha convertido en  una moda, todos hablan de ella como un producto de actualidad que se puede aplicar a todos los campos de la vida moderna, principalmente a las actividades productivas  y a todo tipo de negocios, supeditándola a la lógica de la ganancia mercantil y desconectándola de su potencial para poner en marcha su capacidad transformadora. La creatividad como  mercancía se banaliza y se convierte en brillo de diamantinas de seres tan vacíos y superficiales como el producto que venden.

 En una sociedad que ha fomentado el utilitarismo y la implacable lógica de la ganancia pudiera parecer que ser creativo tiene un alto costo material y económico, pero la verdad es que el principal costo es humano y tiene que ver fundamentalmente con una buena inversión de voluntad y con la firme convicción de modificar nuestras  actitudes y principios que redunden necesariamente en el sentido de todo lo que hacemos y de toda nuestra existencia.

 Poner en marcha un proceso en el que el componente principal sea la creatividad no es cosa ni rápida ni fácil, es, habría que reconocerlo, algo complejo. Dicho en pocas palabras, es iniciar un proceso de transformación personal desde adentro, es reacomodar todas las piezas que conforman nuestra personalidad, lo cual implica desaprender y reaprender muchos elementos de nuestros esquemas  conceptuales y perceptivos, y a partir de ello reconstruir la visión de nosotros mismos, de los demás y de la existencia en su totalidad.

 Todo esto lo saben muy bien los artistas, los verdaderos artistas, no los que han hecho de la actividad artística una pose y se han tragado la patraña de que son seres superiores que cuando caminan no tientan el suelo. No es a estos a los que me refiero, es a los que a través de la actividad artística han desarrollado una visión y una vocación como seres humanos.

 La actividad artística en nuestras sociedades enfermas de pragmatismo tiene que sortear muchas y difíciles encrucijadas, de tal manera que quienes practican la creatividad como un estilo de vida o como parte de su oficio o profesión desafían el principio supremo de “cuánto tienes, cuánto vales”. Al artista, al loco de la casa se le ha visto como un malabarista  de las palabras y de las imágenes, alguien que dice o hace cosas bonitas pero que no producen dinero.

 El artista se aparta de los caminos demasiado pisados y escoge veredas desconocidas y misteriosas, en el delirio de la búsqueda, del descubrimiento, de esa pasión por lo desconocido.  Beckett hablaba de la tarea de los artistas de “horadar agujeros” en el lenguaje para ver y oír lo que se oculta detrás.

 El artista es algo así como un brujo o vidente que persigue a las sombras y los fantasmas de la existencia para interrogarlos, en esa persecución se convierte en una  especie de extranjero en su propia tierra que se ve en la necesidad de inventar otros lenguajes con los cuales pueda comunicarse con esa etérea e inasible realidad creando ilusiones y diciendo todas las mentiras que sean posibles para poder vislumbrar lo cierto, lo verdadero. El artista no solo persigue sombras y fantasmas también las crea, les da vida con tal de mantener el deseo de desnudar constantemente el misterio de la realidad.

 
El artista vive en la paradoja de amar  la verdad diciendo mentiras, y es que el trabajo del artista es crear mundos ficticios y  despertar las capacidades perceptivas del observador poniéndole alas a la imaginación.  El arte desconfía de la racionalidad fría y calculadora, de las verdades abstractas e inamovibles, apela a la sensibilidad y a las emociones del ser humano como otra dimensión del conocimiento.

 “El verdadero artista es un visionario” dice Patricia Cardona en su obra “la percepción del espectador”, es alguien que descubre lo nuevo de lo ya conocido, en ese sentido es un eterno curioso que se afana por ver lo que nadie ve.

 
El artista mantiene viva la capacidad  de asombro, capacidad innata del ser humano que se manifiesta en toda su plenitud en la infancia. El niño es curioso por naturaleza, como un recién llegado al mundo. La vida es un misterio que reclama su atención,  quiere comprenderlo todo, le inquietan las razones de la existencia, por esa razón preguntan a cada instante el por qué de las cosas. El conocer para el niño es una aventura que le produce satisfacción y placer, y en esta tarea tiene como recurso y aliado el enorme poder de su imaginación. La curiosidad del niño como motor del acto de conocer esta ligado estrechamente a sus intereses lúdicos. Juego y curiosidad forman un todo indisoluble.